Por Jorge Chiesa

Lo reconozco: el título, aunque atenuado, quiere ser un oxímoron. Ya está, lo dije, punto y aparte.
Como no podemos vivir sin clasificar y somos adictos a las categorías, empezaré diciendo que Philip Roth (1933) es uno de los más destacados escritores de la llamada Escuela judía neoyorquina. Una etiqueta que no dice mucho pero que, sin embargo, podrá resultar de alguna utilidad a la hora de enfrentarnos con la vastedad de su obra. Autor multipremiado de más de una veintena de libros, corría el año 1969 cuando Roth alcanzó su primer éxito profesional, a la edad de 36 años, con El lamento de Portnoy: novela que narra en forma de monólogo (contado a su psicoanalista) la vida sexual de Alexander Portnoy, joven judío educado en la culpa, que termina rebelándose contra los dictados de sus neuróticos padres. El sexo, la hipocresía, las relaciones familiares y la religión son temas recurrentes en la obra de Roth. No son los únicos, claro. También abordará la política, el trabajo, la violencia, el amor, la soledad, la vejez, la enfermedad y la muerte. En suma, todo aquello que define a las personas; porque el trabajo que Roth se plantea como escritor es el de indagar con paciencia de entomólogo la intimidad de lo humano.
¿Philip Roth, Nathan Zuckerman, David Kepesh o Everyman?
Nathan Zuckerman, álter ego del autor y protagonista de muchas de sus novelas (La visita al maestro -también traducida como El escritor fantasma-, Zuckerman desencadenado, La Lección de anatomía, La orgía de Praga y La contravida) cierra, por ahora, el ciclo narrativo de Roth con una última novedad: Sale el espectro (2008); Zuckerman tiene 71 años, ha triunfado como escritor pero no pude disfrutar del sexo, y eso hace que se sienta viejo y ridículo.
Distinto es el caso de Everyman (2007) (traducida al castellano como Elegía) donde el personaje no tiene nombre porque tal vez sea todo hombre. Si bien en sus comienzos la satisfacción sexual como medio de alcanzar la felicidad y la crítica de la falsa moral norteamericana parecían ser el blanco preferido de sus reflexiones, hacia el final de su carrera literaria las preocupaciones de Roth se centrarán en la enfermedad, la vejez y la muerte.
Luego de La contravida (1986) aparece una serie de novelas autobiográficas donde el personaje lleva el mismo nombre que el autor: Los hechos: una autobiografía, Decepción, Patrimonio y Operación Shylock. Roth escribe como si se mirara en un espejo para saber más acerca de sí mismo; sólo que vida y literatura se confunden en un espacio donde lo real y lo imaginario se tornan indiscernibles.
Una operación literaria similar a la de Zuckerman se verifica en relación a otro de sus autorretratos ficcionales: David Kepesh, protagonista de El pecho, El Profesor deseo y El animal moribundo. Así como The Gost Writer y Exit Gost marcan el comienzo y el fin de la etapa Zuckerman; El animal moribundo nos presenta a un David Kepesh (ex profesor deseo) con más de sesenta años que sucumbe ante los encantos de una estudiante de veinticuatro y terminará consumido por los celos.
Novelas políticas
Entre los años 1997 y 2000 Philip Roth escribe lo que algunos han dado en llamar la Trilogía de la América perdida, integrada por: Pastoral americana, Me casé con un comunista y La mancha humana. Tres novelas con tres personajes de nombres distintos, pero donde todos tienen algo en común. Los tres son judíos norteamericanos que se plantean el significado de aquello que los define frente a la sociedad (el lugar que ocupan las minorías) y que, después de haber conocido el éxito, caen en la ruina por cuestiones ajenas a su voluntad. De eso también habla la literatura de Roth: hacer bien los deberes no es garantía de nada, todo puede venirse abajo en cuestión de segundos, un buen día la suerte se acaba y no hay nada que podamos hacer al respecto.
En el año 2004 se publica, en mi opinión, una de sus mejores novelas. Estoy hablando de La Conjura contra América. Fantasía política donde la posibilidad de realización de un hecho no acaecido en el pasado adquiere, sin embargo, la dimensión de lo real. El argumento es este: Charles Lindberg, el héroe de aviación estadounidense, quien resulta presidente electo en los comicios de 1940, mira con beneplácito la Alemania de Hitler, transformando la vida de la familia Roth y la de un millón de familias judías en un perpetuo estado de amenaza. Y este es justamente el credo novelístico de Roth: entender la novela como el campo de las posibilidades humanas y saber que la palabra verosímil no es sinónimo de verificable (el mundo no es verosímil ni inverosímil), sino inherente a los procedimientos narrativos que utilizamos para describir o contar el mundo.
Advertencia
Imagino que aquellos que no hayan leído ninguna de sus novelas, y teniendo en cuenta que lleva escritas más de veinte, se estarán preguntando por dónde empezar. Roth les diría: no pregunten tanto y hagan su propia experiencia. Bueno, a lo mejor les daría algunas pistas. El tono varía, según se trate de uno u otro libro. El humor y la sátira presente en la saga de Zuckerman no tienen cabida en las novelas en las que Roth aparece como personaje. Patrimonio sirve de ejemplo, pues narra de manera grave y conmovedora la muerte de su propio padre. Esta es la nota que suena, sobre todo, en sus últimos libros. El espectáculo se ha vuelto triste y desolador; lo que está a la vista ya no divierte a nadie. Scott Fitzgerald sostenía que toda vida es un proceso de demolición, y las últimas novelas de Roth parecieran decir exactamente lo mismo.
Recomendados
Para terminar, como no soy Roth, recomiendo: El lamento de Portnoy, Zuckeman encadenado, Patrimonio, Pastoral americana, La mancha humana, La conjura contra América, El teatro de Sabbath y, contra la opinión de muchos, Elegía.
Philip Roth es un escritor que vale la pena leer. Más de veinte libros al alcance de la mano. Que los disfruten.





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