
El jazz de los cuarentas, cincuentas y sesentas tuvo, además de una increíble e irrepetible densidad de talento musical, la suerte de contar con un grupo de personas que se animaron a plantear una alternativa a los grandes sellos discográficos. Un rápido repaso de los nombres más señeros nos traerá a la memoria a artistas y discos inolvidables: Dial, Savoy, Atlantic, Prestige, Blue Note, Riverside, Contemporary. El que nos ocupa esta vez es, seguramente, el más influyente de todos: Blue Note.
Fundado en 1939 por dos inmigrantes berlineses, Alfred Lion y Francis Wolff, fue el primer sello de jazz en usar discos de 12 pulgadas. La compañía establece en los primeros ‘40 un importante catálogo de jazz tradicional y swing: Albert Ammons, Meade “Lux” Lewis, Sydney Bechet, Earl Hines, James P. Johnson, Edmond Hall.
Ike Quebec fue el responsable de la dirección de Artistas y repertorio; gracias a este músico, con los dos pies bien plantados en el swing, se gestó la apertura de Blue Note al Be Bop. El opúsculo de presentación de la etiqueta desde el ‘39 al ‘46 lo aclaraba muy bien “Los discos Blue Note son productos al servicio de la más auténtica expresión del Hot Jazz y el Swing”. No sería alocado suponer que, sin Quebec, la famosa “estética Blue Note” no existiría. De su mano desembarcaron en el sello Fats Navarro, Sonny Rollins, Bud Powell, Howard McGhee, Horace Silver, Art Blakey y Thelonious Monk, con los primeros quince 78 rpm. Esta última fue una pésima decisión financiera, pero una declaración de principios que muy pocas marcas, antes o después, han podido igualar.
La década del ‘40 pasa, comienzan los ‘50 y los nombres se acumulan: Elmo Hope, Clifford Brown, Wynton Kelly, Kenny Drew, Kenny Burrell, Herbie Nichols, Kenny Dorham, Milt Jackson, Thad Jones, una lista que quita el aliento pese a no ser exhaustiva.
Algunas de las diferencias con los demás sellos eran la absoluta libertad en la elección y manejo del material, la disponibilidad de varias horas de ensayo previas a cada sesión y la posibilidad de sesiones nocturnas (muchas a altas horas de la madrugada), momento en el que los músicos de jazz se encuentran más a gusto.
En 1953 el equipo se completaría con un personaje que con el correr de los años se ha transformado en una leyenda. Rudy Van Gelder, fascinado desde pequeño por la radio y la electrónica, óptico durante el día, ingeniero de sonido autodidacta por las noches, definió por sí solo el sonido de dos décadas. Primero en su estudio de Hackensack, que no era otra cosa que el living de la casa de sus padres, y más tarde en el construido especialmente de Englewood Cliffs, se dedicó con rigor y sabiduría a manifestar en el surco toda la carne y el espíritu de los instrumentos en vivo. Siempre lejos de los énfasis y los enmascaramientos, apostando a trasladar la verdadera voz del músico sin perder nada en el camino, antes que traducir y traicionarla. Freelance empedernido, fue siempre el favorito de John Coltrane, entre otros “peso pesado” de la época.
Blue Note acompañaría y potenciaría el desarrollo de la música dominante de los ‘50, el Hard Bop, como así también del grupo que encarnaría perfectamente este estilo: The Jazz Messengers. Arreglos cuidados, creativos y potentes, improvisaciones volcánicas y concentradas y una rítmica pungente y hostil serían la marca registrada de este conjunto que a lo largo de los años funcionó como semillero de futuros talentos. Pasaron por sus filas Clifford Brown, Horace Silver, Hank Mobley, Lee Morgan, Donald Byrd, Freddie Hubbard, Wayne Shorter, Curtis Fuller y un largo etcétera.
En los primeros ‘60 albergaría también a la vanguardia de New York, editando discos fundamentales de geniales músicos como Andrew Hill, Sam Rivers, Don Cherry, Cecil Taylor, Ornette Coleman y Eric Dolphy.
La rigurosa concepción de cada álbum como una obra de arte, en la que ningún detalle era librado al azar: la elección del mejor vinilo, las fantásticas fotografías de Francis Wolff, los inolvidables diseños de portada de Reid Miles y las notas austeras y precisas, crearon lo que rápidamente se conoció como la “estética Blue Note”. Discos hechos para la eternidad, que representan buena parte de un momento irrepetible, la edad de oro del jazz.
Discografía esencial
de Blue Note
Thelonious Monk
Genius of Modern Music.
Vol 1 y 2.
John Coltrane
Blue Train.
Dexter Gordon
A Swingin’ Affair.
Andrew Hill
Point of Departure.






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